Amigo, Dios es santo. Hay un Dios en el cielo que te ha creado a ti y a mí; Él es la autoridad sobre nosotros. Él es perfectamente santo. En Él está la Luz y no hay tiniebla alguna (1 Juan 1:5). Y el problema con eso es que, si queremos tener comunión con Dios, tenemos que ser luz y no tiniebla alguna. Somos pecadores. Todos hemos roto su ley. Todos hemos mentido, robado, todos hemos mirado con lujuria, todos hemos estado enojados con nuestros hermanos en nuestro corazón. Ninguno de nosotros alcanza el glorioso estándar de perfección que Dios requiere (Rom. 3:23). Y no hay nada que podamos hacer sobre esto. Ni la cantidad de obras, ni la magnitud de nuestra contrición, ni cuán mal nos sintamos, ni cuántas veces hayamos asistido a la iglesia, ni cuántas veces leamos la Biblia, ni cuánto evangelismo hayamos hecho nos podrá ganar el perdón de nuestros pecados y la justicia que Dios requiere (Tito 3:5; cf. Isa. 64:6).
Pero Dios es misericordioso y Él nos ama y, como a sus criaturas, Él quiere demostrar su gloria en nosotros rescatándonos. Así que Él envió a su Hijo —Dios en la carne, el Señor Jesucristo— a nacer como un pequeño bebé indefenso (Juan 1:14; 3:16; Col. 2:9). El Dios del universo, Sustentador del universo, Él mismo fue sustentado en el vientre de una joven hebrea, ¡y sostenía al mundo por la palabra de su poder (Heb. 1:3) mientras era sostenido por los nutrientes del cuerpo de su madre! ¡Inefable! Y con gran humildad, Él creció con los crecientes dolores de la vida en un mundo caído a pesar de que Él mismo nunca tuvo pecado —enteramente sin pecado (2 Cor. 5:21; Heb. 4:15; 7:26). Y Él vivió una vida perfectamente justa. Cuando tú y yo hemos fallado en vivir ante Dios —cuando hemos fallado en nuestro pensar, hablar y actuar, y hemos sido destituidos de la gloria de Dios— Cristo nunca falló. Ni siquiera en su pensamiento. Él amó a Dios, su Padre, perfectamente. Él siempre caminó en perfecta justicia. Él vivió la vida que hemos sido ordenados a vivir, que yo fui ordenado a vivir, que nosotros fallamos en vivir. Él vivió la vida perfecta de la cual Dios es digno.
Y no sólo vivió Él por nosotros; Él murió por nosotros. Él fue a la cruz. Nuestro pecado demandaba la muerte. Nuestro pecado demandaba el castigo eterno. Nuestro pecado demandaba la ira —la justa ira ejercida sobre nosotros por la eternidad (Rom. 6:23). Pero por el valor infinito de la persona de Cristo, Él estuvo en la cruz. Y en esa cruz, Dios ejerció sobre Él toda la furia de su propio enojo (Rom. 3:24–26; 2 Cor. 5:21; Gál. 3:10–14) que yo merecía justamente y que tú merecías justamente y que tú vas a experimentar si no te apartas del pecado y no confías en este Mesías. Cristo nació, vivió, murió y resucitó (1 Cor. 15:3–4). Y Él se levantó de la tumba luego de haber muerto demostrando su victoria sobre el pecado y la muerte.
Ahora Dios promete que, si te apartas del pecado, si repudias todo lo que eres y todo lo que fuiste y todo lo que amas, si te apartas de una vida de seguir el pecado —y si repudias no sólo tus malas obras sino también tus buenas obras, si te apartas de tratar de ganar tu salvación por todas las buenas obras que quizás quisieras hacer como persona moral— si te apartas de todo esto (Hch. 17:30–31) y confías solamente en Cristo para justicia (Fil. 3:7–8; cf. Rom. 3:28; 10:4), Dios promete que te va a perdonar. Él habría de tratar a Cristo en la cruz como si Cristo hubiera vivido tu vida. Y Él habría de tratarte, legal y justamente, como si tú hubieras vivido la vida perfecta y justa de Cristo (2 Cor 5:21). Y tú puedes ser salvo para conocer al Dios que te creó para que lo amaras y gozaras de Él. Puedes tener plenitud de gozo, los deleites eternos que están a la diestra del Padre en el cielo (Sal. 16:11), y comenzar aun ahora porque la vida eterna es conocer a Dios (Juan 17:3).
Amigo, ¿te arrepentirás? ¿Te apartarás de tu pecado y confiarás en este Salvador perfecto para que sea tu beneficio ante Dios, pague por tus pecados y te provea justicia?
English Text Used by the Permission of Mike Riccardi & Translated by Kevin.
The original video and text are HERE.
Pero Dios es misericordioso y Él nos ama y, como a sus criaturas, Él quiere demostrar su gloria en nosotros rescatándonos. Así que Él envió a su Hijo —Dios en la carne, el Señor Jesucristo— a nacer como un pequeño bebé indefenso (Juan 1:14; 3:16; Col. 2:9). El Dios del universo, Sustentador del universo, Él mismo fue sustentado en el vientre de una joven hebrea, ¡y sostenía al mundo por la palabra de su poder (Heb. 1:3) mientras era sostenido por los nutrientes del cuerpo de su madre! ¡Inefable! Y con gran humildad, Él creció con los crecientes dolores de la vida en un mundo caído a pesar de que Él mismo nunca tuvo pecado —enteramente sin pecado (2 Cor. 5:21; Heb. 4:15; 7:26). Y Él vivió una vida perfectamente justa. Cuando tú y yo hemos fallado en vivir ante Dios —cuando hemos fallado en nuestro pensar, hablar y actuar, y hemos sido destituidos de la gloria de Dios— Cristo nunca falló. Ni siquiera en su pensamiento. Él amó a Dios, su Padre, perfectamente. Él siempre caminó en perfecta justicia. Él vivió la vida que hemos sido ordenados a vivir, que yo fui ordenado a vivir, que nosotros fallamos en vivir. Él vivió la vida perfecta de la cual Dios es digno.
Y no sólo vivió Él por nosotros; Él murió por nosotros. Él fue a la cruz. Nuestro pecado demandaba la muerte. Nuestro pecado demandaba el castigo eterno. Nuestro pecado demandaba la ira —la justa ira ejercida sobre nosotros por la eternidad (Rom. 6:23). Pero por el valor infinito de la persona de Cristo, Él estuvo en la cruz. Y en esa cruz, Dios ejerció sobre Él toda la furia de su propio enojo (Rom. 3:24–26; 2 Cor. 5:21; Gál. 3:10–14) que yo merecía justamente y que tú merecías justamente y que tú vas a experimentar si no te apartas del pecado y no confías en este Mesías. Cristo nació, vivió, murió y resucitó (1 Cor. 15:3–4). Y Él se levantó de la tumba luego de haber muerto demostrando su victoria sobre el pecado y la muerte.
Ahora Dios promete que, si te apartas del pecado, si repudias todo lo que eres y todo lo que fuiste y todo lo que amas, si te apartas de una vida de seguir el pecado —y si repudias no sólo tus malas obras sino también tus buenas obras, si te apartas de tratar de ganar tu salvación por todas las buenas obras que quizás quisieras hacer como persona moral— si te apartas de todo esto (Hch. 17:30–31) y confías solamente en Cristo para justicia (Fil. 3:7–8; cf. Rom. 3:28; 10:4), Dios promete que te va a perdonar. Él habría de tratar a Cristo en la cruz como si Cristo hubiera vivido tu vida. Y Él habría de tratarte, legal y justamente, como si tú hubieras vivido la vida perfecta y justa de Cristo (2 Cor 5:21). Y tú puedes ser salvo para conocer al Dios que te creó para que lo amaras y gozaras de Él. Puedes tener plenitud de gozo, los deleites eternos que están a la diestra del Padre en el cielo (Sal. 16:11), y comenzar aun ahora porque la vida eterna es conocer a Dios (Juan 17:3).
Amigo, ¿te arrepentirás? ¿Te apartarás de tu pecado y confiarás en este Salvador perfecto para que sea tu beneficio ante Dios, pague por tus pecados y te provea justicia?
English Text Used by the Permission of Mike Riccardi & Translated by Kevin.
The original video and text are HERE.